Capítulo 1: Las reglas del refugio
Todos en Monteclaro conocían el Protocolo 7.
Se trataba de una norma no escrita —pero ferozmente aplicada— que impedía cualquier tipo de inversión no aprobada por el Comité de Seguridad Financiera. Nadie compraba sin respaldo. Nadie vendía sin consulta. Nadie se movía sin garantía.
Elena entró al archivo comunal con paso decidido. Era la única del pueblo que había leído libros sobre inversión más allá del manual oficial. Sabía que el control colectivo disfrazado de estabilidad tenía grietas. Lo que no sabía era cuán profundo llegaba el silencio que sostenía el sistema.
—¿Buscas algo? —le preguntó Marcos, el archivista, mientras cerraba con lentitud un tomo con bordes de metal.
—Busco margen de error —respondió ella sin vacilar—. Un espacio donde pensar sin la obligación de tener razón.
Marcos frunció el ceño. En Monteclaro, ese tipo de respuestas eran señales de alerta.
El archivo contenía relatos cifrados, testimonios de decisiones reprimidas, hojas tachadas que sugerían simulaciones financieras fuera del protocolo. Elena encontró un documento sin firma, titulado: “Análisis simbólico de la pérdida voluntaria”. Lo leyó en voz baja. Cada frase era una provocación:
“La seguridad total solo se logra renunciando a toda posibilidad de cambio.”
“Cuando todo está garantizado, el valor se vuelve plano.”
“Una comunidad sin error es una comunidad sin narrativa.”
La ética literaria de aquel texto no era oficial. Pero vibraba con más fuerza que cualquier regla vigente. Elena lo escondió entre las páginas de su cuaderno. A partir de ese momento, todo su mundo empezó a fracturarse.
Esa misma noche, en la sala de reflexión editorial del Comité, uno de los miembros —un viejo lector llamado Sergio— hizo una pregunta que sería anotada en los márgenes del acta, pero nunca respondida públicamente:
—¿Qué pasa cuando la garantía se convierte en prisión?
La comunidad de lectores que alguna vez discutía con pasión, ahora solo asentía en silencio. Hasta que Elena habló.
—Propondré un libro nuevo —dijo en voz clara—. Una historia donde el riesgo no sea traición, sino posibilidad.
El salón se quedó inmóvil. Aún no sabían que aquella frase abriría el camino a una nueva narrativa económica para Monteclaro.
Y que el precio de la seguridad absoluta era, en realidad, perder toda capacidad de imaginar.
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